Entre las últimas aventuras empresariales con polémico resultado en Barcelona fué el Café del Mar mucho más grande de todo el mundo. El club de anocheceres ubicado en el Port Fòrum abrió en 2017 y duró un verano. No solo terminó en certamen de acreedores de pésimo pronóstico, sino su promotor, Ignacio Soler, ha hundido asimismo su compañía y ha encajado una condena de embargo ratificada por el Tribunal Supremo por un valor de 1,8 milones de euros que nunca va a devolver.
Soler fue uno de esos chalatanes que en ocasiones tratan de encandilar a los barceloneses. Prometió bastante con dinero de otros y terminó en la semiclandestinidad. Ciertos ubican sus tentáculos en Suramérica. Otros, en Andorra al lado de su amigo Antonio García-Valdecasas, hermano de una malograda exdelegada del Gobierno en Cataluña que en este momento mora como empresario en el principado pirenaico.
El directivo afirma «haberse cruzado con él». Otros afirman que Soler era tan amigo de Antonio que bautizó el nombre de un chupito con el de su mejor amigo andorrano.
En su descargo, huelga decir que el constructor del catastrófico Café del Mar fué el único cautivador de víboras. Ciertos ubican en esta categoría al promotor Enrique Bañuelos. Más allá de la reputación que le antecedía, el expresident Artur Mas confió en él para impulsar BCN World, hasta el momento en que se retiró y descubrió la endeblez del emprendimiento.
Antes y asimismo en el Besòs, ciertos confiaron en Martín Ferrer, dueño de Amnesia Ibiza. A alguien se le pasó por la cabeza que atraer al rey de la noche patria sería buena iniciativa para revitalizar la región. Ferrer operó Amnesia Barcelona un tiempo y su administración dejó un mastodóntico caso judicial de presunta corrupción, un simpa a la Administración pública de quinientos mil de euros y un pequeño desastre urbanístico en las piscinas de Sant Adrià.
Antes, nuestro Ferrer había sido paseado como el enorme transformador del Port Fòrum. Le logró de cicerone nuestro expresident Jordi Pujol. Les acompañó Paris Hilton, amiga del empresario, que vino, vio la región y no volvió. El emprendimiento, de 30 millones de euros, quedó en nada.
Algo va a tener el Besòs que los farsantes tienen querencia por esta región. Antes de las selecciones de 2019, un directivo de origen egipcio, Mohamed Ali, proyectó una enorme pirámide de cristal en las Tres Chimeneas, la vieja central de período mezclado ubicada en oposición al mar. La operación fue poco menos que un timo que engatusó a ciertos nombres respetables en la Localidad Condal. Ali no tenía financiación y sí con ciertos contrincantes que, igual que se dieron a conocer en el momento en que presentó su plan, se difuminaron en el momento en que colapsó.
La región se transformará en este momento en el Catalunya Media City, fondos de europa a través de, y una vez que lo urdiera nuestro David Madí.
Otro que podría recalar en esta categoría, y aquí discreparán ciertos populares, es Karl Jacobi. El empresario alemán que le leyó la cartilla a los independentistas en el Círculo Escuestre retozó en esa corto popularidad, pero se desdibujó en el momento en que se presentó a alcalde de la ciudad más importante catalana.
En forma de ejemplo, su programa electoral [este] contemplaba la creación de una enorme isla artificial de vivienda cuidada con la palabra Barcelona en el mar, en oposición al litoral. Era una especide de Palm Jumeirah de Dubái en el Mediterráneo occidental a la que absolutamente nadie dio crédito.
Ya que Ignacio Nacho Soler era un pura raza de esta categoría. De los que charlaban bastante y vendían poco, como probaron los números del mayor Café del Mar de todo el mundo. Su crónica, mucho más que una trayectoria empresarial, relata una cautionary tale sobre los que van a venir en este momento que se aproximan las selecciones.
Barcelona precisa inversiones, pero no todas y cada una, por la parte de todos y a cualquier precio. Pues ciertas de ellas, como Café del Mar, terminan cerradas al atardecer.