En una entrevista, Aragonès contó que le “inspira Gramsci y el término de hegemonía cultural, que hay que hallar para tener la hegemonía política”, y “en cierta forma es lo que hizo el independentismo de izquierdas en Cataluña”, aseveró. (Lo de “izquierdas” es un atributo que se cuelgan de forma gratuita los de ERC).

Qué atrevimiento el de Aragonès inspirarse en Antonio Gramsci, entre los enormes pensadores del marxismo que, desde los factores de la Europa creada y la situación específica de Italia, teorizó sobre el ¿Qué realizar? de Lenin para la conquista del poder por el proletariado.

Gramsci ha propuesto lograr la hegemonía política mediante la hegemonía cultural y crear desde aquella la “dictadura del proletariado”. Precisamente, relativizada en Gramsci en relación a de qué manera la concebía Lenin en el contexto de la Rusia retrasada del primer cuarto del siglo XX.

¿Qué tienen que meditar los “menestrales” de ERC y los “coincidentes” de Junts de similar inspiración?

En todo caso, bienvenido, president, al combate cultural, esto lo eleva muy sobre los Puigdemont, Borràs, Batet, Turull, Riese, Feliu, inútiles de ir alén de la simpleza de la confrontación (perdedora) con el Estado.

Al fin, vamos a poder (des)comprendernos racionalmente los unos con los otros y separarnos de la trampa de las conmuevas. La vía de la hegemonía cultural es, indudablemente, conveniente para todos a la vía de la unilateralidad, si bien hay que ser reservados, pues para los independentistas el objetivo supremo de la independencia justifica los medios, y la unilateralidad puede ser retomada cualquier ocasión, más allá de que se haya renegado de ella.

No sé si Aragonès ha leído bien a Gramsci. Pienso que lo debe desconceptualizar y descontextualizar picoteando retazos de su constructo teorético, que al terminado no le serviría, sería como el cencerro en el cuello de una gallina. Pero sí que hay retazos gramscianos que le “comentan” y le “afirman” que la táctica del independentismo institucional sería correcta. Observemos ciertas adaptaciones de la panoplia conceptual de Gramsci que ese independentismo estaría aplicando.

Las solas fuerzas independentistas no bastan para hallar la independencia –y menos por un referéndum con un “sí” mínimo de un 55%– , es preciso agrandar la base popular reuniendo cerca de acuerdos básicos a todos los que por una razón u otra disienten del sistema y tienen por superado el “viejo” Estado. Se llegaría de esta manera a una especide de “frente extenso”, no siempre basado en la independencia desde el comienzo. Es el modelo del arco dilatado de coaliciones y acuerdos entre conjuntos distintos de Gramsci.

La reproducción y la ampliación cultural del independentismo se apoyan en 2 instrumentos escenciales, exactamente los mismos que en la estrategia de Gramsci: la educación – aquí la inmersión lingüística ocupa el sitio central, completada por la interpretación historicista de Cataluña— y los medios, los propios, con la televisión y la radio públicas autonómicas como primordiales bastiones, mucho más la amplia y extensa red de medios subvencionados y de comunidades similares.

Gramsci debía conformarse con los medios comúnes de su temporada, los independentistas llevan virtud al contar con ahora del moderno aparato propagandístico de “su” Generalitat.

El papel que para Gramsci desempeñan los intelectuales orgánicos en el logro de la hegemonía cultural, para el independentismo, carente de intelectuales que merezcan este nombre, lo desempeñan los ideólogos, orgánicos y pagafantas, toscos en comparación con los intelectuales gramscianos, pero rebosantes y simples de conducir.

Si la fundación de un “nuevo Estado” en Gramsci es solo un fin instrumental en la construcción del socialismo, para los independentistas es el objetivo último y, al tiempo, un fin derivado para sostener el dominio popular de las clases y también intereses que apoyan el independentismo y se sirven de él. Gramsci y Aragonès coinciden en la intención de la fundación de un “nuevo Estado”, en el que existe (Gramsci) o fuera (Aragonès), si bien sea para objetivos diametralmente diferentes.

En este momento entendemos por nuestra confesión de Aragonès que el combate cultural es el lote en el que hay que medirse con el independentismo, que si en su expresión partidista se encuentra (muy) dividido en su finalismo (la independencia) todavía es un bloque ideológico.

Varios no independentistas habían menospreciado o descuidado el combate cultural, en cambio, los independentistas lo tuvieron siempre y en todo momento muy presente. Vicente Partal, ideólogo de cabecera del independentismo doctrinal, lo tiene mucho más que claro: “El combate intelectual es el que hay que ganar primero”.

Quien alcance la hegemonía cultural enterrará políticamente al otro terminantemente. Así, ¡a las armas (culturales), ciudadanos! (constitucionalistas) con vistas a las próximas selecciones al Parlament.