El mes de enero se muestra cuesta arriba para ERC tras cerrar un 2022 exitoso con visibles jalones. Tengamos en cuenta que Pere Aragonès logró liberarse de Junts sin que la salida de estos del Govern, por resolución propia y fruto de sus muchas contradicciones, le obligara a someterse a una petición de seguridad ni comportara un adelanto electoral inmediato. Además de esto, Aragonès supo rehacer su Ejecutivo con incorporaciones adelante de ciertas consejerías de figuras que vienen de otros espacios políticos (PSC, CDC y Podem), como Joaquim Nadal, Carles Campuzo y Gemma Ubasart, lo que le dejó enfatizar un alegato de supuesta centralidad obviando su minoría absoluta parlamentaria. Y, al final, ERC logró en La capital de españa exprimir todo el jugo viable a la “desjudicialización” del procés con la supresión del delito de sedición y la rebaja de la malversación. En términos prácticos, los republicanos se aproximaron bastante a su propósito de amnistía.

La operación debía completarse con la aprobación de unos capitales para 2023 expansivos antes de finales de año, lo que habría convalidado la enclenque presidencia de Aragonès. No obstante, no fué de esta manera, y en la actualidad lo tiene bien difícil pues sus viejos asociados no le van a votar las cuentas si ERC no vuelve a la confrontación y se rehace la unidad del independentismo bajo un plan compartida, si bien el día de hoy todos saben que eso es una quimera. Tampoco el PSC está presto a apoyarle los capitales si ERC no admite sus condiciones en política de inversiones, a través de una negociación que evidencie el empate entre las dos fuerzas políticas. En su rincón, los republicanos procuraban, tras pactar el acompañamiento de los recurrentes, una adhesión a exactamente los mismos, realizando un movimiento envolvente sobre los socialistas con el certamen de los agentes sociales (sindicatos, hombres de negocios y tercer ámbito) que, a inicios de diciembre, demandaron que se aprobasen próximamente los capitales.

En la mitad de este impasse, el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, para procurar justificar lo bastante que ha riesgoso electoralmente el PSOE con las concesiones a ERC, se descuelga con unas inoportunas afirmaciones en las que enmarca la celebración de la cima franco-de españa en Barcelona con el objetivo del procés. Para Bolaños, esa cima en la ciudad más importante catalana iba a ser el reflejo de la Cataluña pacificada, que dejó atrás la tensión secesionista del 2017, merced al diálogo entre gobiernos, etcétera. En el instante, Junts vió la posibilidad de chafarle la guitarra con una movilización callejera al lado de la Antes de Cristoy Òmnium. Pero lo mucho más asombroso es que ERC, en parte por temor de que se le vuelva en contra, se apunta al pancartismo con el razonamiento de protestar contra el mensaje del gobierno de que el procés esté fallecido y sepultado. Será sorprendente ver a Aragonès asistiendo a la cima, saludando a Macron y Sánchez, mientras que su partido actúa contra un acercamiento que eminentemente se hace para rubricar el acuerdo francoespañol de construcción de un corredor de hidrógeno entre Barcelona y Marsella. Una exclusiva demostración de hasta qué punto el separatismo es dañino para Cataluña. Exactamente la misma ahora sucedió en la Diada, ERC va a salir muy probablemente escaldada de esa día de manifestaciones, y encima sin capitales. La cuesta de enero se le va a hacer larguísima.