Si bien el inaceptable enroque del Tribunal Constitucional tapa varios fallos, la estrategia del Partido Socialista semeja ser la de transitar por un cable sobre el abismo en el momento de tratar el tema de las ilegalidades cometidas por el llamado procés desde el verano de 2017. Parte importante de los hechos o están juzgados y condenados pues el Código Penal lo establecía o están atentos de ser evaluados gracias a que ciertos líderes eligieron irse al extranjero. Los hechos fueron graves y los efectos de separación de la sociedad catalana van a tardar generaciones en superarse. Romper unilateralmente las leyes actuales que forman el Estado de derecho y que son la base del sistema democrático resulta punible en todas y cada una partes.
A los trumpistas que asaltaron en 2020 el Capitolio se les evalúa en este momento precisamente por el delito de sedición. No veo a absolutamente nadie, salvo los imputados, que se rasgue las vestiduras por este motivo; mucho más bien al revés. En España, una vez que el Partido Habitual y Mariano Rajoy practicaran la actitud contemplativa y únicamente represiva sin procurar nada en el lote político para eludir la crisis que el reto independentista producía, la subida al Gobierno del Partido Socialista desde 2019 ha comportado tomar un papel mucho más activo. Se intentó devolver a la política lo que se le podía devolver, impulsando medidas de felicidad con apariencia de indultos para sacar a la multitud de la prisión y poner las bases de un diálogo que debía desinflamar la situación. Estrategia del ibuprofeno se ha llamado. El coste político es grande en una política de españa donde el relato predominante es de una derecha mucho más bien asilvestrada. El PSOE lograba con esto alguna pacificación, un regresar a comenzar únicamente político en Cataluña y, al tiempo, una mayoría aproximadamente permanente para aprobar leyes y capitales. Asimismo, de paso, una separación en el seno del independentismo que, como es lógico, le desgastaba.
La segunda una parte de la operación, de ocasión y efectos mucho más inciertos, fué la modificación del Código Penal bajo demanda y exigencia de Esquerra. Que la tipificación de la sedición en España era obsoleta, pues tiene 200 años, resulta bastante visible. Como lo era cuadrar en este género delictivo las condenas del 1 de octubre. Algo forzado. Pero asimismo resulta insólito y de bien difícil justificación, tanto jurídica como políticamente, que el cambio se haya hecho a la carta y a solicitud de los condenados. Lo razonable habría sido llevarlo a cabo en otro instante y forma. El relato de la derecha sale reforzado y asimismo semeja lógico que una sección importante de la sociedad de españa no digiera bien esta acción del gobierno. Lo que lo ha desbordado todo es que, acto seguido, se modificase la legislación sobre malversación reduciendo las penas aplicadas a los delitos que no comportan apropiación y beneficio personal del dinero mal empleado y sustraído al erario. La sensación general es que se diluye el castigo a la corrupción, un mal esencial en la salud democrática de españa, y que únicamente se aborda a fin de que las sentencias sean compatibles con la vuelta a la actividad política instantánea de los mandatarios políticos de ERC condenados, y vete a entender si asimismo favorecer a algún político andaluz al que le tocaría ingresar en prisión por malversación.
Alén de la reacción disgustada de la caverna política y mediática de españa, hay inquietudes mucho más que razonables para poner en cuestión la práctica de eliminar legislaciones y el Código Penal bajo demanda de imputados y para solucionar profundos inconvenientes políticos. No hay un óptimo sentido del tiempo y de la posibilidad, pero asimismo se arroja un mensaje extrañísimo a la sociedad en el momento en que se trastornan las leyes ad hoc y de manera improvisada. Se podría justificar en labras de unos efectos políticos muy positivos, los que dudosamente se van a dar. Todo lo mencionado no responde a un pacto serio con el independentismo, ni tampoco con Esquerra. Este partido no se comporta con ningún género de prudencia, que le demandaría alguna contención verbal y eludir ir poniendo encima de la mesa novedosas solicitudes por agradar. Pedro Sánchez, especialista en desplazarse en ocasiones políticamente agónicas, ha dicho recientemente que se encontraba “poniendo en riesgo bastante” con el tema de Cataluña. Y es verdad, expone que la política progresista y de izquierdas tarde bastante en ser de nuevo viable en España una vez pierda las selecciones precisamente por este tema. ¿Va a haber aportado algo para arreglar el “enfrentamiento catalán” que le deje entrar en los libros de historia? seguramente no. Con la derecha en el poder, el independentismo volverá a reunificarse y a radicalizarse. Regresará a la casilla de salida de 2017. En medio, y esperemos me confunda, solo va a haber habido un exceso de medicación que no va a haber servido para nada.