Lo malo de Pedro Sánchez no es su apego radical al sillón presidencial (que asimismo), sino se le note tanto que está presto a lo que sea con tal de preservarlo. Su desfachatez sobre esto, siempre y en todo momento disfrazada de una praxis racional, va a terminar transformándolo en un caso de muestra ideal de la política del pan para el día de hoy y apetito para mañana, lo que, por otro lado, no semeja preocuparle en demasía, en tanto que él solo piensa en el aquí y el en este momento. Y el aquí y el en este momento, en estos instantes, pasa por llevarse bien con ERC a fin de que le aprueben los capitales y no lo dejen solo en el Congreso en el momento en que necesite asistencia. No es que le interese llevarse bien con el lazismo por norma general (eso es cosa de los de Tenemos la posibilidad de, quienes –¡Dios les conserve la visión!— siempre y en todo momento han creído que los separatistas les asistirían a hallar la tercera república), le es suficiente con sostener una aceptable relación con el Petitó de Pineda y con el santo Junqueras. Y si para eso hay que derogar el delito de sedición, se deroga y a otra cosa, mariposa. Si pierde las próximas selecciones en general y el PP lo regresa a arrancar, ¿a él qué mucho más le da? Lo esencial es que, por ahora, logre tener el acompañamiento de los carlistones chupacirios que dicen ser de izquierdas: una vez desalojado del poder, a Sánchez se la va a soplar todo (prueba de esto es que se ha asegurado la presidencia de la En todo el mundo Socialista, donde va a estar divertido y va a poder hacerse el estadista sin tasa).

Hay que reconocerle, eso sí, a nuestro hombre un cierto talento en el momento de arrancar sus especiales sistemas de conservación del sillón. Transformar la sedición en unos desórdenes públicos agravados, tal y como si diese lo mismo una sublevación contra el Estado que las salvajadas que logren cometer los hooligans de un aparato de fútbol tras un partido que no les ha resultado bueno, necesita cierto temple (o cara dura, como prefieran). Siendo consciente de que no se debe enfadar a la oposición mucho más de lo preciso, Sánchez tampoco eligió por remover totalmente las secuelas de eso que él llama desórdenes públicos agravados, ya que hay que ofrecer impresión de tener mucha mano izquierda, pero sin que se te confunda con un pusilánime. La sedición, se llame como se llame, proseguirá estando, pero a quien la practique le van a caer menos años de trullo, se piensa que los que te caen en otros puntos de Europa por ese delito que, con uno u otro nombre, figura en cualquier Constitución. La explicación de equipararnos con los factores de europa sobre esto tampoco resulta muy creíble, pero puede colar, especialmente si nos olvidamos de que existen varios países de nuestro conjunto de naciones que prohíben la presencia de partidos separatistas. En ese sentido, nuestros indepes habrían de estar contentos de que les consideremos, como a los pedófilos, libres de aspirar a eso que deseen, siempre y cuando no lo pongan en práctica, y agradecer que se les considere contrincantes, tal y como si fueran políticos normales, en el momento en que de todos modos son sencillos contrincantes del Estado.

Después de los indultos a los popes del prusés y la verosímil derogación del delito de sedición, Sánchez pone en práctica el popular refrán catalán Qui dia passa, any empeny. Es decir, se afirma alguna calma para los meses venideros, pero va juntando inquina de la oposición y de un número cada vez mayor de votantes. Lo que sería grave si a nuestro hombre le preocuparan su partido, el futuro de la socialdemocracia y la superioridad ética de la izquierda, pero como no es la situacion, pues solo le mueven el aquí y el en este momento, ya que allí penas o, como dicen en el ejército, “el que venga atrás, que arree”.

Lo que hizo Sánchez con el PSOE no se distingue bastante de lo logrado por Donald Trump con el partido republicano estadounidense. Es posible que no tengan nada que ver el uno y el otro desde un criterio ideológico (suponiendo que Trump y Sánchez tengan una ideología clara que vaya alén del mangoneo temporal), pero a nivel práctico se comportan igual. Las recientes selecciones de mid term en los USA han marcado, con algo de suerte, el principio del fin del magnate anaranjado, al que le van contendientes de bajo las piedras. Es posible que, si el PSOE pierde las próximas selecciones en general, asimismo a Sánchez le tienen la posibilidad de comenzar a medrar los enanos que a en la actualidad guardan silencio frente sus añagazas personalistas. Pero, de momento, nuestro hombre se afirma el presente, que es lo único que le resulta de interés. Los inconvenientes, en el momento en que lleguen, ahora se los va a comer otro. Por el hecho de que van a llegar: el Niño Barbudo considera la derogación de la sedición un paso en la buena dirección, pero en este momento intenta la amnistía y a un nuevo referéndum. Puigdemont considera la novedosa medida estrella de Sánchez un timo que, en el momento de la realidad, no mejorará su situación ni la de su alegre pandilla de Waterloo. A esta altura, Sánchez debería comprender que los lazis son voraces y siempre y en todo momento confunden sus quimeras con la carta a los Reyes Magos, y probablemente lo sabe, pero él solo intenta comer el día de hoy y a que otros pasen apetito mañana. Y a ahorrar tiempo: de aquí a las selecciones, el PP puede meter la pata como acostumbra y enajenar a probables votantes que se terminen refugiando en el PSOE. Jamás se conoce. Por ahora, Pedro ha salvado los capitales y se ha garantizado alguna calma en el frente catalán. Es decir, Pedro ha salvado a Pedro, que es el único ente por el que siente un amor desmedido.