El imbécil de la pizza
Si bien no soy muy seguidor de Greta Thunberg –mucho más bien la acercamiento un pelín molesto con su tono a lo Pepito Grillo-, le agradezco su primordial colaboración en el momento de sacar de la vida pública a un estúpido arriesgado como Andrew Tate (Washington, 1986), el ex- kickboxer reciclado en bocazas de la extrema derecha que, no contento con eso, se dedicaba asimismo a la trata de blancas en Rumanía, donde fue localizado tras un trueque de insultos con la señorita Thunberg debido a que el muy memo se grabó en vídeo con una caja de una pizzería rumana (semeja que la policía no sabía dónde se había metido). Felicito asimismo a Elon Musk por haberle devuelto al bruto de Tate su cuenta de Twitter, que le había cerrado la administración previo.
A Andrew Tate le agradaba hacerse el políticamente incorrecto y a presumir de lo bastante que ensuciaban el aire sus cochazos. Era el habitual borrico de extrema derecha machista, misógino y racista que éxito acostumbra tener en los USA de América, más que nada desde el instante en que mancilló su presidencia Donald Trump, ese señor que no pagaba impuestos ni que lo matasen y que, una vez depuesto del cargo presidencial, se llevaba documentos clasificados a su segunda vivienda, sospecho que para perfeccionarse leyendo algo los últimos días de la semana. Pero si solo podría haber sido un borrico de extrema derecha mucho más, el señor Tate podría haber seguido con sus surrealistas monólogos ofensivos hasta el día del juicio final. El inconveniente vino en el momento en que decidió subir el tono de su supuesta incorrección política y decidió que era una gran idea ocuparse a la pornografía y la trata de humanos. Se ocultó en Rumanía pues debía sentirse mucho más seguramente en su país, pero lo guardaba en misterio hasta el momento en que la caja de una pizza delató su ubicación. ¿Su último chiste? Prenderse un purazo, soliciar una pizza a voces y también insistir en que la caja fuera de cartón no reciclable. ¿Su primordial fallo? Ignorar que no hay enemigo pequeño y que Greta Thunberg, al contestar a sus provocaciones, le terminaría intentando encontrar la ruina.
Andrew Tate se pasó de listo, si bien la imagen que proporciona en sus vídeos no es la de alguien singularmente refulgente. Fieras de su estilo hay a docenas en USA, pero acostumbran a quedarse, aproximadamente, a este lado de la ley. Nuestro hombre se pensó que él se saldría de rositas con sus tejemanejes sexuales y ha acabado realizando el absurdo, vencido (y detenido) por una cría mucho más bien pesada que, merced a él, ha completado su primera misión salvífica enserio en este mundo que se marcha al carajo. Un imbécil menos y bola, equipo y partido para Greta. Ojalá no se nos venga exageradamente arriba…