Escasas exposiciones centran su línea argumental en el desarrollo creativo del artista. Comunmente el corpus expositivo se compone con proyectos consagradas y concluidas. En ese sentido Sorolla. Cazando Impresiones resulta una extraña avis del panorama cultural. Comisariada por María López y Blanca Pons-Sorolla, biznieta del pintor y especialista en su obra, la exhibe reúne un total de 193 óleos de pequeño tamaño que Joaquín Sorolla (Valencia, 1863 – Cercedilla, 1923) usaba para ensayar sus creaciones y agarrar sus impresiones.
Mucho más que sencillos bocetos fueron valientes pruebas donde experimentaba con el volumen, la luz, el color o la predisposición de elementos.
La esencia de su obra
Profesores de la pintura como Tintoretto o Rubens fueron vanguardistas en la utilización de este formato que más tarde se extendió entre los enormes artistas del XIX. Creador prolífico, Sorolla llegó a colorear cerca de 2 mil “notas de color”, “máculas” o “apuntes”. De este modo definía él estos pequeños cuadros que dibujaba regularmente sobre cartones, tablillas u otros materiales. “Hay que colorear veloz. Todo es fugaz y no regresa”, afirmaba. De ahí que siempre y en todo momento se encontraba pintado, aun en el momento en que no lo hacía. “¿Que cuándo pinto? Siempre y en todo momento. Estoy pintando en este momento, mientras que hablo con usted”, cuentan que le respondió en determinada ocasión a un periodista.
Estos breves ensayos comunmente servían como preparación de proyectos de mayor extensión. No obstante no eran sencillos bocetos sino más bien una muy valiosa herramienta en fase de prueba. La esencia condensada de su genio creativo. “Pequeños en tamaño, pero enormes en audacia, poseen rachas del Sorolla mucho más refulgente”, señalan los causantes.
De Valencia a La capital española
Las ricas y fáciles piezas cubrían las paredes de su estudio, si bien en ocasiones asimismo las obsequiaba, las donaba a causas beneficiosas o las intercambiaba con otros artistas. En este momento, estas poco comúnes “notas de color” constituyen la narrativa de una exhibe que recorre su trayectoria artística.
Desde los años de capacitación en su Valencia natal; su estancia en Roma entre 1885 y 1889 becado por la Academia de España; su corto paso por París hasta el momento en que por último se instala en La capital de españa al lado de su familia.
Las breves pinceladas de un pintor inusual
De esta forma, en la selección de óleos expuestos se tienen la posibilidad de contemplar los primeros apuntes de su etapa de capacitación en los que se siente la predominación de Fortuny y de los pintores italianos. Después, tras su primera monográfica en París, conmemorada en 1906, los temas reflejan mayores retos visuales como las variantes de luz en todo el día o de las estaciones, el tono de las sombras, los reflejos y transparencias del agua o los contraluces. Tras su paso por Biarritz, “su paleta se aclara y se refresca, y sus encuadres consiguen un máximo de instantaneidad fotográfica”, comentan desde el museo.
Para Sorolla estos apuntes tenían tal relevancia que los incluía, enmarcados individualmente, en las muchas exposiciones particulares que efectuó entre 1907 y 1911 en Alemania, en Londres, en la Hispanic Society de Novedosa York, en el Art Institute de Chicago, la Fenezca Arts Academy de Buffalo, la Copley Society de Boston o en el City Art Museum de St. Louis.
Culmen de su trayectoria
A lo largo de los últimos años, llevado por su infatigable afán de experimentación, los apuntes lucen una ejecución poco a poco más refinada. “En este momento es en el momento en que mi mano obedece completamente a mi retina y mi sentimiento, ¡veinte años después! Verdaderamente la edad en que debe uno nombrarse pintor: ¡tras 40 de trabajo!”.
Esta oración del escritor y periodista Rodolfo Gil, citando a Sorolla, define con perfección la habilidad absoluta que alcanzó en la plenitud de carrera.
El nuevo espacio expositivo de Barcelona
Estas pequeñas joyas pictóricas van a estar alojadas, hasta el próximo 5 de marzo, en el Palau Martorell. Un solemne edificio neoclásico con elementos novecentistas, obra del arquitecto Joan Martorell i Montells, construido entre 1886 y 1900 para albergar la sede de la Vieja Sociedad del Crédito Mercantil. La muy elegante sobriedad de la testera da paso a un interior que ha preservado íntegros varios de sus elementos arquitectónicos y ornamentales. Como por poner un ejemplo la cabeza de león que encabezando la entrada, las columnas dóricas o la magnífica vidriera de la claraboya que provee de luz natural toda la planta baja.
Situado en el número once de la calle Ample, este viejo palacete, de sobra de 1.600 m2, intenta transformarse en el nuevo referente cultural barcelonés a través de sus promotores Josep Fèlix Bentz y Jesús Rodríguez. Enormes exposiciones de todo el mundo, ocupaciones para todos y cada uno de los públicos o charlas formarán una parte de la programación del nuevo museo que termina de abrir sus puertas en frente de la en el centro plaza de la Mercè.