Esos que piensan las selecciones municipales como unos comicios de segunda categoría se confunden. Durante la historia pudimos revisar como los desenlaces de ese género de selecciones han condicionado relevantemente tanto la política catalana como la de españa. Las festejadas el 12 de abril de 1931 abrieron las puertas a la Segunda República y las de la Transición dejaron la llegada de savia novedosa a los consistorios. Las del 28 de mayo garantizan ser reñidas. Las investigaciones auguran un resultado fragmentado, perfecto para ofrecer vidilla a los operadores de apuestas y a investigadores de tres al cuarto como un servidor. Quizás por este motivo ningún candidato está presto a perder el tiempo ni la posibilidad de verse como el elixir que cura todos y cada uno de los males que aquejan a nuestras ciudades.
La guerra por Barcelona y su zona metropolitana ahora se ha iniciado. Ada Colau, siendo consciente de que no está en su mejor instante de popularidad, movió ficha y, a través de Yolanda Díaz, marcó diferencias en relación a temas como el campo de aviación y las infraestructuras. Segundo movimiento de la regidora, tras procurar polarizar las selecciones con un almuerzo de conveniencia con Xavier Trias. Los dos ansían sacarse de encima el marcado de Jaume Collboni. El candidato socialista molesta por el hecho de que, alén de su transversalidad, su alegato es con la capacidad de compatibilizar la pelea por la sostenibilidad ambiental con la actividad económica. Collboni es un político que, pese a ser parte del Gobierno de coalición, no ha bendecido el urbanismo táctico que difumina el núcleo urbano mucho más emblemático de Barcelona. Tampoco ha comulgado con el laissez faire de los recurrentes en relación a temas como la seguridad o las okupaciones. La verdad es que el pecado mortal de ciertos solicitantes a la alcaldía es no absorber que la localidad no solo forma parte a los censados que votan en ella, es no entender lo que significa ejercer la capitalidad. Ese fué y es, al lado del postureo, el inconveniente primordial de Ada Colau y los suyos.
Este pasado fin de semana La Vanguardia ha anunciado una encuesta que da como vencedor a la alcaldía de Barcelona a Xavier Trias. Asimismo presagia un empate técnico entre Colau y Collboni. La lectura de exactamente la misma ha disparado la hiperactividad de los solicitantes. El de Junts ha utilizado Twitter y otras comunidades para liberar a un optimismo desenfrenado. El sempiterno Ernest Maragall, viéndose apeado del pódium de los campeones, se ha prodigado ejercitando funcionalidades de representante de ERC opinando sobre el enfrentamiento presupuestario. Ojo al apunte antes que llegue el drama: ciertos cuadros republicanos ahora advirtieron a la dirección del partido que convenía mudar de candidato, pero Junqueras prefirió estrujar el apellido Maragall hasta la última gota. Es próximamente para ofrecer por afianzados estos pronósticos tan contradictorios con otros sondeos aparecidos últimamente.
Recuerdo que La Vanguardia ahora erró el tiro en el momento en que, pocos meses antes de las selecciones municipales de 2019, anunció que Ciudadanos se ponía a solo 2 puntos de Ada Colau. El sondeo anunciado por el rotativo tampoco contempla cambiantes como la irrupción de Daniel Sirera como candidato. Que absolutamente nadie lo dude, el veterano político será arropado sin grietas por un PP presto a resucitar en Barcelona y Cataluña. Y probablemente lo realice en menoscabo de interfaces y colectivos de reciente constitución o en periodo de refundación o crisis interna. Hay partido por jugar y es tan prematuro publicar las campanas al vuelo como elucubrar sobre el día siguiente. Ahora lo afirma el refrán: en el mes de mayo el caballo se hace caballo. ¿Quién proseguirá de caballo?