Según la Guía de Tratados a dos bandas con Estados, desde 1856, en el momento en que se determinó la frontera en la desembocadura del río Bidasoa, España ha suscrito con Francia 187 instrumentos de todo el mundo de todo orden.
No es de extrañar tan alto número –si bien con Portugal desde 1835 unicamente se han firmado 114—. La vecindad territorial ordena a solucionar varias cuestiones, que van del jalonamiento de la línea fronteriza a la entrada, circulación, vivienda y lugar de los propios nacionales. Francia y España fueron considerablemente más allí: cooperación en el campo de la defensa (1983 y 1985), reconocimiento de la doble titulación de Bachiller y de Baccalaurèat (2008), confidencialidad de los Ministerios de Defensa con relación a el trueque de cierta información (2018), doble nacionalidad (2021), entre otras comodidades mutuas.
Aun de esta manera, el Tratado mucho más importante va a ser el que se estable en Barcelona este jueves sobre Amistad y Cooperación Reforzada. De este rango y contenido, Francia solo había suscrito los tratados con Alemania (1963) y también Italia (2021). La cooperación reforzada es bilateral, no de las previstas en el Tratado de la Unión Europea (2008).
El logro del Tratado hay que a la capacidad negociadora de Pedro Sánchez y a la necesidad de Emmanuel Macron de reajustar la estrategia francesa tras el Brexit y del presente bajo nivel de comprensión con la Alemania del canciller Olaf Scholz, que desea achicar la primacía política francesa en Europa.
Habitualmente, las relaciones entre Francia y España fueron tensas, mucho más en ciertas etapas y regímenes que en otros instantes y situaciones. Basta rememorar los campos de internamiento de asilados republicanos españoles en 1939, particularmente el de Argelès-sur-Mer; las pretensiones territoriales de Franco en el norte de África a costa de las pertenencias francesas; el cierre francés de la frontera de españa de 1946 a 1948; el cobijo español a integrantes de la OAS y el cobijo francés a terroristas etarras; el entorpecimiento francés de las negociaciones de adhesión de España a la Red social Económica Europea; la política antifrancesa de José María Aznar, etcétera.
Todo eso es agua pasada. El encauzamiento hacia una relación bilateral, igualitaria y privilegiada con Francia se inició en 1983 con Felipe González y el ministro Fernando Ética, que fue acogida favorablemente por el presidente François Mitterrand.
El día de hoy, la verdad es muy diferente. Francia es el primer colega comercial español y España es su segundo cliente. Francia es el cuarto país inversor en España por enfrente de Alemania y tiene mucho más de 2.000 filiales en España, que emplean a prácticamente 300.000 personas. Las compañías españolas están presentes en Francia por medio de 1.300 sucursales y dan trabajo a mucho más de 55.000 personas. En Francia viven de manera oficial 275.000 españoles y en España, 125.000 franceses.
La red escolar francesa en España, con 22 centros académicos, es la más esencial en Europa. La lengua francesa es el segundo idioma extranjero que mucho más se da en España, con 1,4 millones de estudiantes, lo que representa el 16% de la opción lingüística extranjera en España, si bien de forma dispar, según las comunidades. En la Cataluña fronteriza, solo el 8,7% del alumnado opta por la lengua francesa, afectado por la ideología de los gobiernos independentistas de la Generalitat. En Francia, mucho más de 3,25 millones de estudiantes de secundaria aprenden español.
Francia y España forman un bloque continental de 1.057.685 km cuadrados. La distancia de Cádiz a Estrasburgo es de 2.200 km, exactamente la misma que de Estrasburgo a Sumy, localidad de Ucrania en la frontera con Rusia. Francia y Alemania –el eje francoalemán, que fué primordial en la construcción europea— suman 863.578 km cuadrados sin hondura continental. La distancia de Estrasburgo a Berlín es de 760 km, menos que los 993 km de Barcelona a Sevilla.
En tiempos de misiles hipersónicos la geografía, aspecto de la geopolítica, sigue siendo esencial, ya que la mayoría de la vida en todos y cada uno de los sentidos se lleva a cabo en y por tierra.
Un eje político franco-ibérico con la incorporación de Portugal, que participa con España y Francia en el emprendimiento del gaseoducto Barcelona-Marsella, va a ser un motor europeo de primer orden, aportando a la UE una atención estratégica particular hacia el Mediterráneo “Sur”, cuya seguridad es completamente indispensable para Europa.
En frente de estas perspectivas, el llamamiento de Puigdemont y compañía, secundado por ERC, a reventar la cima del 19 de los “2 Estados represores” –el de aquí y el de Catalunya Nord— suena a un pasado procesista nihilista y también molesto.
Pere Aragonès, invitado a la asamblea por cortesía del anfitrión, debería rechazar la asistencia por lealtad institucional, ya que su partido se manifestará en la calle contra la cima. Desgraciadamente, la lealtad institucional es una carencia crónica de las autoridades independentistas de la Generalitat, que debió denunciar el jefe del Estado en su alocución de aquel 3 de octubre.