Merced a mi suscripción (¡gratis!) a la sección de celebrities del infame tabloide británico The Daily E-e correo electrónico, me sostengo completamente al tanto de las andaduras del príncipe Harry de Inglaterra y su mujer, Meghan Markle, esa señora que reitera que que es negra y que de ahí que la familia real británica la trató como a un harapo (a ella y a su hijo Archie: semeja que alguien comentó que lo veía un tanto oscurito; no sé quién fue, pero yo apostaría por el difunto duque de Edimburgo, metepatas profesional que jamás dejó pasar una ocasión de llevar a cabo algún comentario hiriente en cualquier situación). Estos días, el Daily Correo está que lo peta con sus noticiones sobre Harry, cuyo libro, Spare, aún no ha salido en el Reino Unido, pero sí, por fallo, en España, lo que permitió a los articulistas del períodico coger bastantes scoops (es posible que con la colaboración de Manuel, el camarero español de la serie Fawlty towers, puesto que dudo bastante que absolutamente nadie hable español, ni ninguna otra lengua que no sea nuestra, en esa redacción). No sé de qué manera se titula la autobiografía de Harry en España, pero Spare no es un término simple de traducir. Puede interpretarse como sustituto, sobrante, prescindible o desechable, que es como se siente Harry desde el instante en que se enteró de que su augusto padre le ha dicho a su madre que le había dado un heredero y un spare (hay que admitir que el comentario es hiriente de narices).
Se protesta Harry en su libro de que su padre fue inútil de ofrecerle un abrazo en el momento en que murió Lady Di con la explicación de que no lo habían educado para enormes alharacas sentimentales, una explicación creíble, ya que el cariño en la monarquía es un añadido muy reciente y que no en todos los casos tiene éxito. Pero Harry ha salido a mamá, aquella buena muchacha, un tanto pesada, que se pensó que su boda era un cuento de hadas en el momento en que solo había sido contratada para crear a unos cuantos gusarapos reales y dejar que su marido prosiguiera pasándolo chachi con la caballuna Camilla Parker – Bowles. Harry no se siente amado por papá y asimismo la inicia con su hermano mayor, William, al que acusa de haberle arreado tal sopapo tras una charla no muy divertido sobre Meghan que lo lanzó al suelo, donde aterrizó sobre el plato de cerámica del perro, rompiéndolo en mil trozos (¿pero a quién se le sucede, por muy monárquico que se sea, ponerle un plato de cerámica a un perro, que se apaña con uno de plástico?). A fin de que la información sea diferente, Harry cuenta que mató a tiros a 25 talibanes en Afganistán por el hecho de que era un hacha como francotirador, pero ahora ha salido un mandamás afgano a decir que el príncipe no acertó ni un balazo en el frente.
Si bien el libro aún no haya salido en Inglaterra, merced a las exclusivas del Daily E-e correo electrónico ahora hay un mal rollo entre Harry y su familia que no semeja de simple arreglo. Entre otras muchas cosas por el hecho de que Meghan, a la que se adivina como mujer algo tóxica y vulnerable a la tangana, semeja estar tras todas y cada una de las confidencias de su maridito y da la impresión de estimar transformarse en la novedosa Lady Di; esto es, la novedosa piedra en el zapato de los Windsor. Ah, me olvidaba: según Harry, lo de mostrarse en un jolgorio juvenil disfrazado de nazi fue iniciativa de William y Kate, que le tenían manía por ese momento…
Diluida la pareja infernal que componían Kim Kardashian y Kanye West, diría que Harry y Meghan tomaron el relevo con enorme efectividad. ¿Virtudes de ser un spare? Quizás, pero los dos corren el peligro de terminar pareciendo lo que temo que son: 2 pelmazos que deberían ponerse un límite a vivir del cuento (los Windsor son entre las familias reales mucho más adineradas de Occidente), a dejar de incordiar y de hacerse los insultados y a no ofrecernos mucho más la lata con sus dramas de pobres pequeños ricos.