No hay edad para esa alarma que nos estremece en el momento en que observamos a una actriz conocida caminando por la calle. Puede suceder en la niñez, de la misma forma que sucede en un adulto de sobra de cincuenta años. Los ojos se expanden, el ademán cambia, la sorpresa es algo que rápidamente se instala. Como es natural que un adulto tiene otras herramientas para esconderlo, por servirnos de un ejemplo, quedarse en silencio, lo opuesto a eso que haría una criatura que arrancaría a los chillidos señalando con el dedo repitiendo eso de: ¡mirá quién está! ¡mirá quién es! Pasan los años y los semblantes de la popularidad prosiguen siendo algo sagrado. A prácticamente absolutamente nadie le desinteresa tener cerca a un individuo que trabajó a lo largo de años en una serie en el primetime televisivo o a alguien que ganó un certamen de canto o un reality espectáculo de audiencia masiva. Eso que sucede tiene algo de ciencia ficción, de momento anómalo: el personaje que hemos visto en tantas ocasiones entre tandas televisivas, cruza la calle de igual forma que nosotros, transporta lentes de sol, acata o desacredita lo que oye. ¿Por qué razón nos estremecen tanto los conocidos en el momento en que los quitamos de los televisores o de las pantallas de los celulares? Si bien no los admiremos de una forma profunda o auténtica ¿por qué razón nos valen una anécdota llena de datos?
La ficción audiovisual tiene poderes, varios poderes. Todas y cada una de las ficciones lo tienen, pero la imagen y el sonido tienen un efecto de inmediatez diferente. No es mi intención enumerar los poderes, pero podría comenzar a charlar del efecto en el humor diario de la gente, en su día laboral, por servirnos de un ejemplo. Un individuo de mediana edad que estuvo el día entero en una oficina, cumpliendo sus estrictas ocho horas, tomando té ó café para sostener los ojos libres, todo cuanto quiere probablemente sea llegar a su casa ni bien el tránsito urbano lo deje. Cuando todos esos buses de línea o esos coches particulares dejen que esa persona llegue a su residencia, el planeta va a estar seguro.
Imagen de la serie ‘Desde dentro’ / NETFLIX
Entonces la persona deseará dejar su cerebro por unas horas, dejarlo en un estado gravitacional al que absolutamente nadie o prácticamente absolutamente nadie tenga ingreso. Lo único que va a poder realizar es ceder a las redes de la ficción que la televisión abierta o las interfaces digitales le brinden. Va a deber escoger entre esa expedición a las estrellas liderada por una mujer bastante seria, o en esa historia de una familia poco usual que incita la carcajada, o aun en ese relato de asesinos seriales que quedaron invictos. Ni charlar de las series con derroche de número de temporadas o episodios, esas en las que lo más esencial es proseguirle los pasos a la personaje principal a fin de que todo en su historia salga bien, por el hecho de que la ficción audiovisual asimismo deja eso: olvidar el hilo de nuestra vida y dedicar toda la devoción a que ese personaje, que no existe, salve la suya. Entonces ahí está: la persona llegó desarmada de un día lleno de papeles, formularios, enfrentamientos financieros, y su humor va a estar entregado a los vericuetos de esa personaje principal.
Enfrentamientos iguales, acentos diferentes
Y llega el milagro: los argumentistas decidieron ser afables con ella, y en ese capítulo todo sale como se suponía. La personaje principal consigue tener esa charla que ansiaba, consigue obtener la vivienda de sus sueños y asimismo consigue que ese hombre que la rechazaba, por último vea algo refulgente en ella. El televidente se va a quedar sentado enfrente de la PC cuando la ficción deje caer los créditos con esa canción que le agrada. Dejará caer una o 2 lágrimas de alegría y afirmará para adentro: ¡por fin! El humor del televidente va a haber cambiado, entonces, va a estar limpio como eso que le pasa a los pulmones en el momento en que están en panoramas de montaña. Va a ver las cosas a su alrededor de otra forma, va a tener la serotonina elevada, será entregado a adecentar la cocina tras la cena con un deseo reciente, bailará un tanto, va a pensar en todas y cada una de las cosas que podría realizar ese fin de semana.
Quizás conocer a su familia a las afueras, o quizás proceder a obtener al final ese sillón de tres cuerpos que ansiaba. Se acostará en cama temprano, con el cuerpo limpio y con la cabeza relajada. Volverá a meditar en la personaje principal de la serie, en la fortuna, más que nada en eso. Si los argumentistas eligieron que ese desenlace era el acertado, ¿entonces por qué razón debería desconfiar de sí? Va a cerrar los ojos y solicitará deseos. La ficción es una compañía precisamente por el hecho de que la persona logró desquitarse de sí, y en este momento es devota de la crónica de otro, alguien que no existe, un proyecto, un encadenado de ideas de otros.

Una imagen de la miniserie ‘La hora del demonio’ / AMAZON PRIME
Netflix, Amazon Prime, Star Agregado, Hulu, Telefé, Canal 13, Telecinco, Paramount Channel, Antena3, Telemundo, Televisa: ahí están. Bien podrían ser pistas de aterrizaje para el día de semana de un individuo común con horarios apretados. Las ficciones que se discuten ahí se contagian entre sí y medran como un reino fungi. La televisión de españa, la televisión argentina, tan diferente y tan idéntica. Los enfrentamientos son exactamente los mismos con un acento diferente. La persona que ha cerrado los ojos para dormirse hasta el día después en que va a deber tomar otro colectivo para llegar a su oficina en donde beberá otros siete cafés, soñará ciertas cosas, por servirnos de un ejemplo. Su inconsciente asimismo va a estar puesto en compromiso con las tramas de los argumentistas de nuestros canales de televisión. Soñará que caminará por una calle bastante recorrida, la Avenida Santa Fé o el Passeig de Gràcia, y se cruzará con la personaje principal de su serie preferida, o explicado de otra forma con la actriz de su serie preferida. Con ese rostro familiar y extraño, precioso pero distante, lejano y también íntimo al unísono. Se la cruzará por la calle, llena de bocinas y smog, y mientras que intente esconder la sorpresa, por el hecho de que solamente intimidante que un adulto dando brida suelta a su fanatismo, le gritará:
que por favor no desaparezca jamás,
que por favor no deje de llevarlo a cabo feliz.