Si Carles Puigdemont convocó contra ERC la manifestación de ayer frente a la cima hispano-francesa de Barcelona, se cumplió su propósito. Si Puigdemont la convocó, como aún repetía tras conmemorada, para enseñar la unidad independentista en el rechazo a la afirmación de Pedro Sánchez y Félix Bolaños de que el procés había acabado, su fracaso fue absoluto.
La unidad independentista hace cierto tiempo que no existe y en la manifestación de Montjuïc se verificó de nuevo con los insultos de botifler y los abucheos que padeció Oriol Junqueras, que salió de la concentración en una imagen que recordó la del entonces president, José Montilla, en la manifestación del 10 de julio de 2010 que él mismo había convocado para protestar por la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut. Montilla debió salir de la marcha protegido por las fuerzas de seguridad frente a la agresividad verbal de los participantes de la manifestación contra su presencia.
Ámbas imágenes detallan lo que va de ayer a el día de hoy. Hace 13 años, la manifestación fue tumultuaria y el president de la Generalitat, socialista, fue siseado por los nacionalistas –el procés independentista aún no se había iniciado—, más allá de su bienintencionada, si bien varios piensan que equivocada, resolución de ponerse adelante de la queja. En este momento, el presidente de entre los 2 enormes partidos independentistas, que han gobernado juntos hasta meses atrás, es calificado de traidor y siseado, aun con chillidos de que vuelva a la prisión, por participantes de la manifestación del independentismo irreverente seguidores del otro líder independentista que escapó a Bélgica para no ingresar en prisión.
Un independentismo residual que solo logró reunir a 6.500 personas, según la Guarda Urbana, en frente de las 150.000 que contabilizó exactamente el mismo cuerpo de seguridad en la última Diada, convocada, esta sí, precisamente contra ERC y a la que los republicanos no fueron. Esta fué la evolución de un movimiento que cada vez está mucho más distanciado de la verdad, inútil de admitir el cambio de los tiempos, que solo vive de ensoñaciones y falsas promesas y que cada vez está mucho más cubierto de “traidores” por el hecho de que lo son ahora todos y cada uno de los que no distribuyen sus desvaríos.
La manifestación se había convocado contra la cima entre Emmanuel Macron y Pedro Sánchez por el hecho de que el presidente del Gobierno y su ministro Félix Bolaños habían dado por fallecido el procés. El tiro les salió por la culata. Pero otro propósito de la concentración era denunciar a los 2 “Estados opresores” de Cataluña, en la línea de la consigna “Ni Espanya ni França, Països Catalans”, pintada en alguna pared de la región de la Fira. Entre los mucho más estrechos ayudantes de Puigdemont llegó a calificar la cima como un nuevo Tratado de los Pirineos, firmado por Francia y España en 1659 y a través de el que Cataluña perdió las regiones del norte que pasaron a soberanía francesa.
La resolución de manifestarse contra una asamblea donde se ha firmado el llamado Tratado de Barcelona, el primero de Amistad y Cooperación con Francia, como solo tienen Alemania y también Italia, revela la ceguera del independentismo extremista y el desprecio de la verdad. Una situación que va a significar que la capital de Cataluña va a ser el punto de inicio del conducto que va a llevar hasta Marsella y de ahí al resto de Europa toneladas de hidrógeno verde, la energía del futuro.
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, en las pocas expresiones que cruzó con Macron, aceptó que la asamblea iba a elegir cuestiones esenciales para Cataluña y mostró su interés por sostener buenas relaciones con Francia. Fue el punto de realismo de la presencia catalana en la cima, si bien Aragonès solo participó en la bienvenida oficial. No se quedó a percibir los himnos nacionales de los 2 países y a los honores militares por el hecho de que, explicó, podría haber sido como admitir al Ejército español en Cataluña.
Presionado como estuvo desde el instante en que decidió admitir la convidación para ayudar a la inauguración de la cima, se ve que debía llevar a cabo un ademán para distinguirse y alejarse. Tampoco le servirá a fin de que los puros no le llamen botifler.