Existía expectación por entender de qué manera gestionaría el nuevo líder socialista el impase político que vive Cataluña desde el instante en que los neoconvergentes de Junts per Catalunya abandonaron el gobierno de coalición con Esquerra Republicana (ERC) tras meses de sórdida guerra entre nacionalistas de diferente filiación, nivel y visión estratégica.

No en balde, Salvador Illa fue el cabeza de letrero que mucho más votos consiguió en las últimas selecciones autonómicas. Ese liderazgo cuantitativo, que no tuvo otra herramienta hasta hoy, lo ejercita el primer secretario del PSC con la intención y la creencia de que va a ser el futuro presidente catalán. Sabe, además de esto, que no va a ser por mérito propio cuanto sí por demérito de los contendientes y contrincantes políticos. Esa ha de ser la razón por la cual en los últimos meses al exalcalde de La Roca del Vallès ha cincelado una figura de respetable presidente de la Generalitat que aun ha movido a su fachada física y hasta a su tono y solemne entonación.

Por último, la semana pasada los socialistas eligieron explicarnos por dónde van a ir los tiros políticos en las próximas datas. Están prestos a aprobar los capitales para 2023 pero no a cualquier precio, como se intuía por los acuerdos entre Pedro Sánchez y Oriol Junqueras a propósito de la pseudoamnistía que andan intentando desde Moncloa a los del lío del procés. Illa y los suyos dicen con claridad que van a dar acompañamiento político al Ejecutivo de Pere Aragonés si se compromete con un reguero de medidas, ciertas de Perogrullo, básicas para el futuro de la autonomía.

De la lectura del archivo se extraen 2 conclusiones: la primera es que los del gobierno alterno socialista supieron advertir de forma adecuada los inconvenientes de la zona. La derivada es que ellos tampoco tienen resoluciones visibles o fórmulas mágicas para solucionar los entuertos de la última década. Buen diagnóstico, ya que; mala o equívoca app de los tratamientos paliativos. Tal y como si tras ver la analítica completa de la red social desde la jefatura de la oposición no supiesen con precisión que fármaco utilizar al enfermo.

El archivo tiene el léxico de un programa electoral. Está hueco y se emplean esos verbos que comprometen en nada o a poquísimo. Examinen cualquier deber político antes de unos comicios y van a ver la abundancia de los términos «asegurar», «progresar», «emprender», «aumentar», «intensificar», «impulsar»… no se echa en falta ningún infinitivo hueco.

Tres puntos han provocado mi atención: los referidos al campo de la industria, las energías renovables y la salud. En lo primero no existe nada que parezca un esbozo de política industrial, salvo la solicitud de sobra fondos, que eso prácticamente no posee ideología ni padrino. La escasez de ideas es visible y todo se fía a una inconcreta innovación de las compañías para las que se procurará acompañamiento inconcreto. Hay mucho más. Entre los puntos afirma, así: «Intensificar las políticas de captación de inversión industrial en Cataluña para aumentar las cantidades de inversión extranjera». De esta manera, como és. El redactor debe haberse tomado unas vacaciones al terminar. Ignoro si fue Raúl Blanco, exsecretario de Industria en La capital de españa y candidato a ministro, pero por ahora parado de mucho lujo en una destitución que absolutamente nadie explicó convenientemente. Mientras que viva Jordi Pujol haría bien algún integrante del gobierno alterno socialista en hacerle una pregunta de qué manera logró en los 80 y los 90 que aterrizarán en Cataluña Sony, Panasonic, Yamaha, Samsung, Nissan, Espeso… y un largo etcétera de conjuntos orientales que no hubiesen localizado sus entidades productivas en tierras catalanas sin las traducciones y entendimientos de Eri Nemoto, el trilerismo simpatiquísimo de Antoni Subirà y las buenas artes urbanísticas de Joan Antoni Solans. Costaría poco estudiar de la prácticamente única cosa que logró bien el pujolismo para el grupo de la sociedad, que lo bautizó como preocupación por la economía productiva y que sirvió, de paso, para adiestrar a la descendencia en el noble arte de poner la mano como los egipcios. La ponían a la llegada y, si era preciso, asimismo en la salida. Recuerden la desinversión de Lear Corporation. Por esas extrañas casualidades de la vida cayó a cargo del inmaculado Josep Pujol Ferrusola y su Europraxis de la temporada. El descendiente del expresidente se pasea en los últimos tiempos desmemoriado sobre sus andaduras, viejos líos tributarios y pelotazos de juventud mientras que va dando enseñanzas morales y morales a diestro y siniestro. Cosas de familia.

Tampoco lo hacen bastante superior los socialistas con el tema de las renovables, si bien son algo mucho más precisos en su iniciativa presupuestaria. Hablamos de dotar ese campo con 327 millones de euros, 180 de los que ofrece el PSC que se destinen a ponernos placas o equivalentes en las construcciones para autoconsumo familiar. Mejor que la política industrial, es evidente. Más que nada pues le añade que contratará 75 gobernantes mucho más a fin de que la petición de privilegios no duerma el sueño de los justos en la administración y que, si de esta forma pasa, los promotores logren apresurar los trámites para unos molinillos de viento o un parque fotovoltaico por silencio positivo de la administración. Seguramente no hay 75 usados de la Generalitat en otros departamentos mucho más vagos o insignificantes (de esos a los que el confinamiento y el trabajo a distancia logró ocultar). El empleo público prosigue como solución primera y prioritaria para cualquier actuación con el dinero y los elementos de todos. ¡Menuda socialdemocracia, mucho más semeja un soviet de esos de la economía planeada y los millonarios ocultos!

Al menos, comentando del déficit de renovables aciertan. No pasa lo mismo en el campo de la salud y semeja que el exministro de Sanidad aprendió poco de su paso por aquel departamento en La capital de españa. La sanidad pública no se resguarda solo a partir de mucho más gasto, que alguien debe abonar en el final. Una aceptable administración, por poner un ejemplo, o la colaboración con el campo privado demostró en otros sitios que multiplicaba la eficacia. Por mucho que la oposición le monte huelgas a Isabel Díaz Ayuso con la sanidad pública como razonamiento, la verdad es que las listas de espera de Cataluña y La capital de españa no resisten una comparación seria y profesionalmente despolitizada. Gana la ciudad más importante y gana por goleada. Pero bueno, a falta de ideas, buenos son los millones de euros: 1.287 millones mucho más hasta agregar un coste del departamento de Salut de 13.845 millones de euros. Si son inútiles de ver la intensidad de la cifra pásenlo a pesetas y gocen del guarismo billonario final.

Sí que hay una aportación en la parte sanitaria: calmar la tramitación de las bajas laborales por la parte de los médicos de la asistencia principal, los CAP, para comprendernos. Pasan un largo tiempo de su día despejando esa burocracia administrativa (varios preguntan al tolerante que cuántos días precisa en temas inferiores). Esta es una red social donde cualquier persona que salga de las emergencias de un hospital o de una cirugía mayor ambulatoria vuelve a su residencia sin contar con del certificado de incapacidad laboral y debe soliciar cita y incordiar a su médico de cabecera a fin de que se lo cumplimente y entregarlo en su compañía. Es verdad que ese trámite podría venir de origen sin tanta tecnocracia.

Hay buena intención en el aparato de Illa, falta de concreción y alguna optimización de la picardía política. O ERC admite una parte de la iniciativa del PSC o deberá ir retratando a su líder para el letrero electoral. Por vez primera, el presidenciable Illa se propuso dejar esos temores atávicos del socialismo catalán que tanta relación guardan con la cobardía de los líderes burgueses que estuvieron adelante del partido largo tiempo.

Semeja que Illa se propuso tirarle unos cuantos narices y forzar algo la máquina a fin de que en el momento en que triunfe y alcance poder efectivo logre atribuirse algún mérito y no todo guarde relación con la disparidad, inoperancia, frustración y mucho más que posible abstención del independentismo perdedor. Si Aragonés le compra un 50% del contenido del archivo va a ser un paso adelante claro y si encima consigue la ampliación del campo de aviación va a haber que quitarse el sombrero.

Almacena relación y tiene sentido que si el presidente catalán terminó 2022 con novedosas proclamas soberanistas y la mirada puesta en la campaña electoral de mayo próximo, su primordial opositor lleve a cabo lo propio. Este año que termina de arrancar va a estar preñado por esa situación.