Los estoicos ahora charlaban de eso y Nietzsche le puso el nombre de eterno retorno. En pleno siglo XXI y con el planeta anglosajón imponiéndose charlamos de revival o de manera directa melancolia, que lo empapa todo, hasta el planeta de los juguetes.
Un ejemplo evidente es el exitoso regreso de un pequeño aparato que ocasionó escandalo en los 90, el Tamagotchi. Sí, ese pequeño muñequito encerrado en una suerte de llavero electrónico al que debías dar de comer, ofrecer de comer e inclusive adecentar sus deposiciones sino más bien deseabas que muriera.
Una cuarta parte de siglo
Pasaron ahora 25 años desde su nacimiento, pero vive una tercera juventud –a inicios del 2000 regresó y tuvo hasta su película. Pertence a los regalos mucho más pedidos a Papa Noel y a los Reyes Magos, ciertas jugueterías tuvieron que colgar el letrero de “no hay Tamagotchis” y progenitores y pajes reales están agobiados.
La modernización del juguete tiene bastante que ver con este repentino éxito. Ya es en color, la pantalla es táctil e inclusive tiene dentro una pequeña cara para hacerse autofotos. Y como si no fuera sufisciente es mucho más popular.
Popularidad
Si el dispositivo original ensimismaba al niño al precaución de su bicho electrónico, en este momento se puede conectar con otras mascotas virtuales, al móvil inteligente e inclusive se ha creado una aplicación, Tamagotchi Forever, que tiene mucho más de cinco millones de descargas. A esto se le suma un precio que fluctúa entre los 20 y los 60 euros.
¿Pero qué hizo rememorar al Tamagotchi? Por una parte, está la melancolia de los progenitores; por otro, Red. La personaje principal de la última película de Pixar donde la personaje principal iba con el popular juguete.