Tienen nuestros mandatarios o, si se elige, la llamada clase política de hoy, sea en La capital de españa o en Barcelona, una sencillez asombrosa para pisar toda clase de charcos y quedarse allí chapaleando como infantes. La política, no obstante, no es cosa de pequeños. La cuestión es que por el momento no entendemos que es mucho más grave, si la cuenta como un bodrio de eso que se conoce como ley del “solo si es si” o la impericia de los legisladores para ofrecer forma a un artículo útil para los objetivos que se pretendían y ser útil al interés general. Queda por ver en los próximos días como queda la reforma del Código Penal sobre sedición y como termina la posible de la malversación sin lucro personal.
Resulta moralmente tan reprobable la apropiación de fondos públicos con destino al bolsillo especial como su destino a causas etéreas o partidistas. El valor ético de la malversación, su naturaleza de empleo indebido es exactamente el mismo vaya a donde vaya: lo que debe cuestionarse es su empleo irregular. Pues en el final, tan corrupción es un empleo como otros y sería tanto como terminar tildando de organizaciones delincuentes a los partidos que, agraden aproximadamente, son un pilar primordial del andamiaje democrático. Por este sendero podría llegar a exonerarse y despenalizar las comisiones o mordidas que, sea por adjudicaciones públicas o por cualquier otra asignación de dinero público, no superen el 4% del importe final. Por el hecho de que eso del 3%, tan aireado en los últimos tiempos, ya es una auténtica fruslería en esta temporada de inflación desbocada.
El pintor Fernando Zóbel, principal creador del Museo de Arte Abstracto de Cuenca y del que se puede observar una exposición retrospectiva en el Museo del Prado, afirmaba que “para entender colorear hay que comprender ver”. Podría aplicarse esta máxima al campo legislativo: para lograr redactar hay que entender leer y si no se mira el interés general, es realmente difícil redactar con sentido cualquier artículo legal. Es algo irrealizable en el momento en que se ignora el presentimiento popular de un país sumido en la indecisión y poco a poco más distanciado, cuando menos demoscópicamente, de su clase política.
Para colmo, ciertas reacciones sobre el resultado del “solo si es si” como las de la ministra Irene Montero y ciertos de sus conmilitones apelando a llevar a cabo pedagogía con los jueces, exudan un tono totalitario que recuerda ominosos capítulos. En tiempos de Mao Zedong y su Revolución Cultural, se mandaba a la multitud al campo para en teoría reeducarla; Stalin mandaba a cualquier contrincante o disidente al Gulag, en el momento en que no al paredón. La chapuza nacional supone peligros de todo género.
En la época de los años ochenta, hubo una reforma de la Ley de Contratos del Estado que llegó a conocerse como “ley anticorrupción” para detallar mucho más garantías que imposibilitaran la comisiones ilegales. Entre los personajes principales de aquella reforma fue Rodrigo Rato, entonces componente de la Coalición Habitual establecida en 1977 por Manuel Fraga que se bautizó como los “siete espléndidos”, procedentes del franquismo puro y duro. La historia posterior de aquel joven Rodrigo Rato, diputado en un inicio por Cádiz, es de más famosa. José María Aznar refundó aquello 12 años después con el nombre de Partido Habitual que en este momento encabeza Alberto Núñez Feijóo.
La cuestión es que está todo tan extraño y raro que semeja predominar alguna melancolia de un pasado irrealizable de recobrar, tiempos de bipartidismo imperfecto, consenso y seguridad. Temporada de gobernanza entendida como forma de gobernar cuyo propósito era el avance económico, popular y también institucional que supone una seguridad jurídica donde tiene bien difícil encaje el populismo en rema fundamentado en el todo sirve para continuar rigiendo. La melancolia no es buena compañera de viaje. La España de el día de hoy, esa de la que Pedro Sánchez escribía que es “un país con apetito de futuro”, en la introducción al archivo “Argumentos y proposiciones para una Estrategia Nacional de Largo Período” con el horizonte puesto en 2050, poco debe ver con la de hace decenios.
Raramente, el objetivo de semana observaremos la ensaltación de Pedro Sánchez al cielo de la En todo el mundo Socialista cuyo XXVI Congreso se reúne en La capital de españa. Si todo va según lo sosprechado, va a ser escogido Presidente de la organización en substitución de Yorgos Papandréu, en el cargo desde 2006, que dejó Grecia y el PASOK como un erial. Va a ser 40 y un par de años una vez que la IS que encabezaba Willy Brandt sesionara en la ciudad más importante con Felipe González como anfitrión y líder indiscutible del PSOE bajo el lema de “Paz, independencia y solidaridad”.
El día de hoy, la socialdemocracia, más que nada la europea, está llevada a cabo unos zorros: Grecia, Italia, Francia… El presidente español se erigirá en el salvador y va a tener una increíble pista de salida personal hacia Europa y el planeta mundial. Puede ser su semana grande si sale adelante la reforma de sedición y se afirma la aprobación de los Capitales En general del Estado para 2023, año en cuyo segundo semestre aceptará la presidencia de turno de la UE. Para babear de relajo y exitación, síntoma inequívoco de calma absoluta.
La melancolia tampoco es privativa del socialismo patrio. En Cataluña semeja de tendencia la “sociovergencia”, término artificial que verdaderamente jamás existió y emite de una temporada de hegemonía compartida entre CiU y PSC, capaces de acordar pues se precisaban y sus líderes tenían una extracción popular de aspectos afines: clase media urbana, lejos del carlismo rural. En el fondo, es añoranza por recobrar tiempos de tranquilidad y seguridad que el procés hizo añicos. Pero Cataluña por el momento no es exactamente lo mismo, el PSC tampoco es el de entonces, CDC está en liquidación por derribo y UDC se disolvió hace cinco años.