Los llamados pastiches holmesianos forman un subgénero de la literatura policial anglosajona. Como su nombre señala, hablamos de una sucesión de novelas protagonizadas por Sherlock Holmes y su leal doctor Watson escritas, tras la desaparición de su constructor, el escocés Arthur Conan Doyle (1859 -1930), por una serie interminable de narradores persuadidos de que algunos individuos tienen que subsistir a sus lícitos progenitores, los escritores que los trajeron al planeta. Ahora en vida, Conan Doyle procuró matar a Holmes a lo largo de una riña con el siniestro instructor Moriarty en las cataratas de Reichenbach y debió resucitarlo frente a la indignación y las demandas de los que leen de sus aventuras. Lo habitual sería que con el fallecimiento del señor Doyle se hubiesen acabado para toda la vida las andaduras de Holmes y Watson, pero no fue de este modo por el hecho de que el planeta proseguía lleno de gente con ganas de sobra, si bien el escritor que las iluminaba hubiese pasado a mejor vida. Y de este modo nacieron los conocidos pastiches holmesianos, unos mejores que otros, pero todos dirigidos a agradar a autores y leyentes persuadidos de que, en un caso así, los individuos debían subsistir a sus desarolladores.

El último en apuntarse a esta práctica anglosajona de continuar enseñando historias de Holmes y Watson tal y como si la desaparición de Arthur Conan Doyle fuera una contrariedad que había que arreglar fué el escocés Robert J. Harris (Dundee, 1955), del que RBA termina de difundir en España su primer pastiche holmesiano, Estudio en carmesí, cuyo título remite precisamente a la primera novela que Doyle consagró a Holmes, Estudio en escarlata (1887). Y ahora hay una segunda en marcha, The devil´s blaze, aún nueva entre nosotros.

El escritor Robert J. Harris, creador de su primer pastiche holmesiano, ‘Estudio en carmesí’ / BOOKSFROMSCOTLAND

Sacar a Holmes de la era victoriana

El señor Harris se introduce de esta manera en una extendida tradición donde resaltan, según mi criterio, Nicholas Meyer (Elemental, Dr. Freud, Horror en Londres y El ángel de la música), Michael Dibdin, creador de las novelas del detective Aurelio Zen (La última aventura de Sherlock Holmes), John Gardner (La venganza de Moriarty), el inmerecidamente olvidado Julian Symons (Los homicidos de Kentish Manor) o, mucho más últimamente, el siempre y en todo momento eficiente Anthony Horowitz (La vivienda de la seda). En lo personal, los sacrificios que creo mucho más atrayentes son los de Meyer, Symons y Horowitz, a los que en este momento debemos añadir los de Robert J. Harris, quien contribuye, además de esto, un enfoque temporal reciente al situar a Holmes y Watson en el Londres de 1942, en el momento en que los dos ahora tienen una edad, pero prosiguen debiendo pechar con el inspector Lestrade (anunciado aquí de forma bastante menos bufa que en los contenidos escritos de Doyle) y el hermano de Holmes, Mycroft, destacable factótum en la sombra del gobierno británico.

Robert Downey Jr., como Sherlock Holmes, y Jude Law, como Watson

Robert Downey Jr., como Sherlock Holmes, y Jude Law, como Watson

Como reconoce nuestro Harris, la iniciativa de sacar a Holmes de la era victoriana no es suya: la sacó de las películas que generaron los americanos en los años 40, protagonizadas por Basil Rathbone (Holmes) y Nigel Bruce (Watson), en las que nuestros estimados detectives se vieron liados en historias de nazis por el hecho de que se se encontraba en periodo bélico y todo el planeta debía arrimar el hombro, hasta los individuos de ficción. Cuenta Harris que esas películas marcaron su niñez es posible que mucho más que los contenidos escritos auténticos de Doyle (quien dejó 4 novelas y 56 cuentos protagonizados por la extraña pareja del 221 B de Baker Street) y que de ahí que hizo renacer a Holmes en el Londres en el instante posterior al blitz, en el momento en que la localidad vivía sin luz para eludir los bombardeos alemanes.

Es en ese ámbito donde comienza a accionar un asesino que se hace llamar Crimson Jack (Jack el carmesí) y que se revela como un aplicado imitador del mítico Jack el Destripador (con el que se las había tenido Holmes, con la cara de Christopher Plummer, en una increíble película de los años 70, Asesinato por decreto, que Alan Moore fusiló sin piedad para su novela gráfica From hell), atacando exactamente los mismos días en que lo hacía su inspirador y sembrando inquietudes de si hablamos de un psicópata criminal o de un truco puesto en marcha por los alemanes para forzar a Inglaterra a devolver la luz a sus calles con la explicación de los crímenes cometido en la obscuridad y de este modo poder regresar a hostigar la pérfida Albión.

Novela amena para los devotos

Es posible que Harris no sea el más destacable creador de pastiches holmesianos (tengo mis inquietudes de que los años 40 sean unos tiempos mejores que los victorianos para las andaduras de nuestro héroe), pero Estudio en carmesí es una novela claramente amena que alegrará la presencia de todos y cada uno de los que echamos de menos a Holmes y no nos es suficiente con releer cada equis tiempos sus novelas y cuentos. El respeto al original es absoluto en el fondo y mucho más laxo en la manera: en contraste a otros autores, Harris no se ha obcecado por reproducir literalmente el estilo de sir Arthur Conan Doyle. Y tampoco fué exageradamente leal a las películas de los años 40 que le marcaron, en las que Watson, con la intención de dar un factor de comicidad a la trama, con frecuencia aparecía como un especial badulaque. Tampoco Lestrade es el tarugo en que se le convirtió en tantas ocasiones, ni Mycroft se expone tan siniestro y tan de poco confiar como en anteriores pastiches holmesianos, ahora fueran en formato libro o como películas.

Resumiendo, Estudio en carmesí es posible que no pase a la crónica de las considerables recreaciones holmesianas siguientes a la desaparición de su constructor, pero desempeñará un papel mucho más que digno para los devotos de esos 2 curiosos individuos que se sacó de la manga el doctor Doyle a fines del siglo XIX. El objetivo al que apunta Harris es achicado, en comparación con el de los usuarios de thrillers por norma general, pero no repudiable: somos bastantes los que deseamos continuar gozando de la compañía de Holmes y Watson si bien su papá lleve años criando malvas.