Los clubes de lectura están en apogeo. Cada vez existen más librerías que organizan esta clase de encuentros ajeno de su horario comercial. Y no solo librerías; asimismo hay asociaciones de distintas disciplinas que se están sumando a estas ideas, espacios distintos que han abierto las puertas a encuentros literarios y conjuntos que se reúnen por su cuenta para comentar lecturas antes acordadas. En las comunidades, no paro de conseguir gente de todas y cada una de las edades que comparte sus vivencias como competidores. Yo mismo me he apuntado a uno hace pocos meses.
Bajo el título Petites joies clàssiques, en la librería barcelonesa Ona Llibres exploramos cada primer jueves de mes contenidos escritos de autores consagrados, pero no aquellas proyectos que los catapultaron al estrellato, sino más bien libros que quedaron apartados a un chato mucho más sutil. Ciertos ejemplos son La desaparición de Iván Ilich de León Tolstoi, El doble de Dostoievski, La infanticida de Víctor Català y Mary Ventura y el noveno reino de Sylvia Plath. He de admitir que soy de los que siempre y en todo momento tienen en su estantería una pila de libros atentos por leer que no se disminuye, mucho más bien lo opuesto. Por esta razón jamás he amado formar parte —hasta la actualidad— en acontecimientos que me marquen qué leer. La salvedad la hice por el hecho de que, en un caso así, la organizadora es Natàlia Cerezo, autora a quien admiro intensamente desde el momento en que descubrí su magnífico libro de cuentos En las ciudades ocultas (Rata Books), que le valió el premio El Ojo Crítico de RNE2 de Narrativa 2018. Y merced a ello he descubierto la experiencia tan rica y motivadora que piensa formar parte en este género de hablas.
‘Guerra y Paz’. Tolstói
Huelga decir que el tesoro de la lectura es que sea un viaje íntimo, una suerte de meditación que nace y muere en uno mismo. Los que leen escogemos el instante perfecto del día para, en solitario, dedicarnos a percibir ese runrún lleno de sentido y concepto que nos recorre el cuerpo y nos despeja la cabeza mientras que contamos un libro entre las manos. Leer es una manera de evadirse y conectar con una vida mucho más gran que trasciende nuestro paso por el planeta. Sin embargo, en el instante en que uno acaba una novela, el silencio que le prosigue puede ser destructor. Con frecuencia, tan rápido como cierro un libro voy directo a mi pila de atentos en la estantería para empezar la próxima lectura, antes aun de haber digerido la previo. Y sucede que la experiencia es tan personal y solitaria que, de cuajo, me acercamiento algo desprotegido frente todas y cada una esas conmuevas que he experimentado. ¿Qué llevar a cabo con el terremoto interior que estuvo sacudiéndome a lo largo de días o semanas? Pero la experiencia cambia radicalmente en el momento en que, al llegar al punto y final, le prosigue una charla con mucho más leyentes que han transitado exactamente los mismos rincones. En estas situaciones, el silencio se hace ancho y profundo a fin de que te sumerjas en él mientras que esperas con impaciencia a que se comience el enfrentamiento.
Una cabaña perdida
La Librería On The Road es un pequeño espacio situado en el corazón del Born, en Barcelona, y también bajo la influencia por la Generación Beat, donde los clubes de lectura nocturnos se convirtieron en su sello de identidad. Ángel Tijerín, su joven dueño, empezó a organizarlos en 2016, un año tras abrir el negocio. Y lo que en un comienzo eran asambleas distendidas de unas seis personas —la mayor parte vecinos del vecindario— que se sentaban en torno a la mesa mientras que compartían unas cervezas y algo de cenar, tras solo un año se transformaron en acontecimientos de hasta treinta personas que no cabían en el ajustado local. Los que se juntan allí cada sábado son de edades distintas que van desde los dieciocho años hasta los ochenta y cinco. Llegan solos y también interaccionan con otros que, en un comienzo, alguno afirmaría que no tienen nada en común. Ángel no se ha amado anclar en las activas al empleo y ha volcado su imaginación en hallar que estos acontecimientos sean recordables. Así, están durante la noche en la librería sin que absolutamente nadie, a salvedad del organizador, sepa qué les va a deparar las próximas horas.

Henry David Thoreau
En el momento en que comentaron el ensayo Walden de Henry David Thoreau, Ángel los llevó a un bosque a las afueras de Barcelona donde había alquilado una cabaña. En ese rincón distanciado de la urbe, se dedicaron a lo largo de toda la noche a desentrañar el ensayo que relata los un par de años, un par de meses y un par de días que el creador vivió en una cabaña construida por él mismo. Otro ejemplo de la imprevisibilidad que caracteriza sus clubes de lectura fue en el momento en que les tocó comentar Madame Bovary de Gustave Flaubert. El librero transformó su casa en un santuario del amor y también invitó al conjunto a pasar la noche allí distribuyendo las insesateces que todos los pertenecientes había llegado a realizar por amor. “No me resulta interesante que los clubes se transformen en un masterclass sobre el creador y su obra. No hacemos un examen ni deseo que sea el espacio donde cada uno de ellos se empeñe en probar su erudición sobre el tema. Lo que verdaderamente me incentiva es hacer un ámbito de privacidad a fin de que los competidores se sientan con la seguridad y la independencia de comunicar lo que guardan dentro”, asegura Tijerín.
Encuentros con gente maja
Otro caso que prueba el éxito de las novedosas tendencias de estos encuentros literarios es el club de lectura que se creó hace tres años en La capital de españa, llamado Bookake. Todo comenzó en Twitter, en el momento en que un usuario ha propuesto ordenar asambleas por mes en cafeterías o en parques para charlar de libros. La idea tuvo tanto éxito que, tras poco, ahora sumaban mucho más de cincuenta competidores y debieron dividirse en 2 conjuntos. Dejaron atrás las cafeterías para festejar sus asambleas en distintas espacios que los han recibido con los brazos libres: la Fundación Triángulo, la librería La Buena Vida, el espacio cultural del Taller del periódico CTXT, la librería Tipos Viles… Es una red social joven y diversa encargada de toda clase de novelas y géneros, pero con una inclinación a priorizar los libros de temáticas o autores LGTBIQ+. El conjunto, en el que forman parte varios escritores, editores y leyentes, se compone de 4 vías: una es presencial, con 2 asambleas por mes, otra es digital y está abierta a la participación de todo el que que desee sumarse, asimismo tienen cuenta en Twitter y también Instagram donde alguno puede dar sus opiniones, y, para finalizar, tienen una exclusiva vía que comenzaron hace ocho meses; un podcast a cargo del editor de Plaza y Janés Alberto Marcos y el escritor Carlos Rubio Palao. “El éxito del Bookake radica en la espontaneidad, la variedad y el cero academicismo con el que nos aproximamos a los libros. ¿Probablemente halla fórmula mucho más simple y también eficaz que charlar de libros con gente maja?”, protege uno de sus creadores.

Estanterías con libros, personajes principales incontrovertibles de las librería / Renee Fisher en UNSPLASH
Varios de nosotros tuvimos un concepto equivocada de los clubes de lectura, relacionándolos con niveles soporíferos similares a la caricatura que hacen en la película Book Club, apuntada por Bill Holderman y interpretada por Diane Keaton y Jane Fonda, donde un conjunto de señoras de sesenta y varios años se reúne en sus suntuosos chalets de Los Ángeles para charlar de libros, o mucho más bien para charlar de sus fracasos cariñosas y sexuales poniendo los libros como explicación. Actualmente, a dios gracias, la naturaleza de estos acontecimientos se ha distanciado de las fórmulas habituales. Los clubes de lectura se han actualizado, han rejuvenecido y se han ramificado para ajustarse a toda clase de leyentes. Solo es necesario evaluarlos para revisar su eficiencia.