Bajo esa testera de gallardo de películas de ‘serie B’ vive un estratega realmente serio, un ‘currela’ con la capacidad de llevar a cabo el petate y manifestarse con su pizarra en cualquier rincón de todo el mundo. Lo mucho más cerca que Hervé Renard (Aix-les-Bains, Francia, 1968) estuvo de las estrellas es en aquel Cannes de inicios de los 90, distribuyendo vestuario con Zinedine Zidane. Lo propio, decidido en el momento en que a los 30 años militaba en la sexta categoría del fútbol francés (o en el momento en que se alzaba a las tres de la mañana para trabajar en un camión de la basura), es el fútbol de los modestos: ver a los ojos a futbolistas de ‘cinco’ y poco mucho más a fin de que, en colectivo, sean un ‘siete’. Pura ‘magia negra’ del ‘mago blanco’, el alias que le pusieron en África, donde se realizó un nombre.
Allí, como seleccionador en 2012 de una Zambia que no entraba en ninguna quiniela (no para sobrepasar la primera etapa), logró el título de la Copa de África. Tras aquel éxito no había trampa ni cartón: ‘solo’ trabajo. Varios días de concentración y rutina hasta el momento en que el mensaje calase en los huesos de sus players, y máxima exigencia física: su iniciativa de juego siempre y en todo momento se apoya en que cada futbolista se exprima al límite del 0 al 90.
Repitió
No tuvo éxito en su tierra (fracasó en clubes como Socheaux y Lille), pero volvió a África para reiterar fórmula y título con Costa de Marfil en 2015. Y un par de años después, Marruecos se puso en sus manos para meterse en un Mundial por vez primera en 20 años.
En este momento, con Arabia Saudita y exactamente la misma y también insaciable fórmula, volvió a llevar a cabo historia. «No pienso que pasemos, pero nos encontramos para combatir contra los pronósticos», apuntó en la víspera del partido… Los reventó. Un truco irrealizable.