Queda lejos de mi ánimo, y aún mucho más de mi aptitud, el ingresar, metiéndome en camisa de once encallas, en un berenjenal jurídico, pormenorizado, sobre la conveniencia y influencia que la derogación del delito de sedición de nuestro Código Penal piensa. Quizá esté desfasado y haya que homologarlo –pues en este preciso momento toda Europa es un lamento (ironía ON)—, lo ignoro… Doctores, jueces, juristas y especialistas en Derecho tiene la iglesia. En lo personal les sugiero que lean la última columna del siempre y en todo momento refulgente Joaquim Coll en este digital (Derecho Penal a la carta) ya que es un artículo demasiado esclarecedor.
En 2017, a lo largo del juicio a los líderes independentistas, Manuel Marchena se centró en el Producto 544, el referido a la sedición, pues el referido a la rebelión “indigna” –entendiendo por indigna dado que no estábamos frente a un alzamiento arma en mano— no cabía. Conque la sedición se transformó en pulpo o animal de compañía.
Es interesante. En 2018 Pedro Sánchez declaraba con cara de lince ibérico y en argumentación sopesada que el delito cometido por los líderes del procés, de manera continuada, con nocturnidad, diurnidad y alevosía, era pura y llanamente rebelión contra la Constitución. Y se comprometía a utilizar todo el peso de la ley. Dura lex sed lex… Un año después confirmaba estimar recobrar el delito referido a la convocatoria de referéndums ilegales. De esos días asimismo queda su opinión sobre los indultos, que no estaban ni iban a estar sobre la mesa. Pero tras ser ungido por lo mucho más pútrido de cada casa perdió la poca vergüenza que le quedaba, aligeró de peso el petate de su conciencia y dio el golpe de timón que nos ha traído hasta esta orilla. El resto ahora lo conocen.
En lo personal, como ciudadano de caminando, lego en materia jurídica, y no presto a ser tildado de leguleyo, de todo este tema me resulta interesante mucho más poner el dedo en la llaga, en la herida del ánimo colectivo; en la perplejidad, inquietud y desamparo que los chanchullos de políticos execrables, capaces de subastar a su madre en un mercado persa, o mudarla por un bidón de gasolina que le deje sobrevolar con su Falcon lo que queda de legislatura, nos ocasionan a todos. Sí, he dicho a todos, o a prácticamente todos. No olviden el apunte de que mucho más de media parta de los votantes del desaparecido PSOE (el día de hoy es un Partido Sanchista) no ve bien la derogación de ese producto –barones como Emiliano García Page, Javier Lambán o Guillermo Fernández Vara han alzado la voz frente a lo que comprenden es un genuino despropósito— y su sustitución por el delito de desórdenes públicos agravados. Como ha dicho Federico Trillo en su exclamación mucho más célebre: “¡Manda huevos!”… Acosar y humillar a media parta de los ciudadanos catalanes a lo largo de 10 años; incendiar ciudades; recortar autopistas y vías férreas; sitiar organismos y también instituciones del Estado; denegar aeropuertos y espantar a cientos de compañías es, en este momento, un caos público agravado. Ya que que salga Solón el ateniense de su tumba y escupa en la cara a toda esta caterva de felones que pervierten la democracia con todos sus actos.
Juraría que la sociedad civil, los sufridos votantes, hemos caído en un estado de atonía en el momento de reaccionar frente a la arbitrariedad y los espurios intereses de políticos desaprensivos; de afasia en el momento de decir prominente y claro que es inaceptable ver de qué manera degradan la democracia como sistema convivencial, y de qué manera se anulan o cambian, constantemente, las reglas del tablero de juego en beneficio de los que no son sino más bien tahúres de baja estofa, sin ética o dignidad… Bastante disponemos, es verdad, con lidiar con nuestro día a día –pero eso no sea pliego de descargo que justifique la inacción—, con una coyuntura económica y popular catastrófica. Y ellos, él, ella y elle, lo saben y se favorecen… ¿Quién sale a la calle, queja, pone pie en pared o chilla que se terminó el carbón y que hasta aquí podíamos llegar, en el momento en que no ofrecemos abasto con todos y cada uno de los inconvenientes que cargamos en el saco?
Recuerdo unas afirmaciones de Albert Rivera, pienso que de 2020, referidas a Pedro Sánchez, pero ajustables a alguno de los varios que contribuyen, en su afán de poder y perpetuación en sus cargos, a este sindiós, a este desgobierno de sentencias a la carta. Se preguntaba de manera oratoria de qué manera podría un Gobierno negociar con atracadores de bancos una reforma del delito de hurto a mano armada; o con violadores una ley referida a acoso sexual; o con golpistas una reforma del Código Penal. No Pere Aragonès se preocupa en maquillar en sus afirmaciones que esto fué una negociación, un toma y daca de intereses en toda regla: “Llegamos a un convenio con el Estado para remover el primordial delito que padecieron los presos políticos por convocar el referéndum del 1-O”. Y apunta a que los próximos pasos, que van a llegar y los observaremos, no lo vacilen, persiguen reformar el delito de malversación –Gabriel Granuja apostilla que esa habría de ser reforma quirúrgica, pues aquí somos encuentre golpistas, pero muy honrados, puesto que no hubo lucro personal de los imputados en el momento de meter mano a las arcas públicas—; asimismo una amnistía general y un referéndum de autodeterminación. Si Pedro Sánchez consigue proseguir ocupando el trono 4 años mucho más no lo vacilen: va a ser a partir de alguna dádiva con apariencia de referéndum de carácter “consultivo, no vinculante y no exageradamente agravado”. Lo observaremos, soon in a theater near to you…
Como es natural varios están contentos con este des-Gobierno y su política de cambalache. Ahí tienen a Arnaldo Otegi y a la representante de EH Bildu en el Congreso, Mertxe Aizpurua, realizando campaña en pos del mercachifle de Sánchez, que es una genuina bicoca para cualquier separatista de pro. No se cortan un pelo: “Lo destacado que nos puede pasar es que Sánchez prosiga en la Moncloa hasta 2027”. Y no debemos olvidar a Oriol Junqueras, santo golpista de andorga insaciable, que no cabe en el traje de tanta satisfacción, por el hecho de que la derogación de la sedición, de este modo lo razona, es un éxito que favorecerá las proposición y objetivos del independentismo puesto que los jueces van a tener “menos herramientas” en el momento en que lo vuelvan a procurar más adelante. Anda tan contento el hombre que se nos ha largado de da un giro por Argentina, Colombia y Chile para despotricar a sus anchas y denunciar la opresión y el totalitarismo del Estado español. Aun Carles Puigdemont, que veía con pésimos ojos la derogación de esa ley por el hecho de que era un poco anotado en el marcador de la odiada ERC, ahora se las asegura contentos; si dentro de poco le cambian lo de la malversación le observaremos tocando las castañuelas.
De poquísimo nos sirve a los constitucionalistas que Núñez Feijóo asegure, mientras que sube o baja, viene o va, que en el momento en que llegue a gobernar revertirá la situación. Aguas pasadas jamás mueven molinos. Y parco consuelo podemos encontrar los catalanes en la siempre y en todo momento refulgente y contundente oratoria de Alejandro Fernández, especialista en poner a estos fulanos frente al espéculo de su iniquidad. Jamás los españoles habíamos sufrido un Gobierno tan sectario, divisivo y chapucero como el que nos ha tocado en suerte. No hay ley ni línea roja que les detenga en la prosecución de su único propósito. El poder lo es todo.
Pero lo mucho más indignante sucede en el momento en que alguna de sus incontables chapuzas les sale mal, de manera evidente, y les llueven críticas en las comunidades, en tertulias, y en la poca prensa objetiva y también sin dependencia que aún queda… En esas oportunidades eligen por arrojarse en brazos de la mucho más vergonzosa procacidad y cinismo. Si hay que echar la culpa de los fallos que tiene dentro una ley mal desarrollada, con tildar a jueces y jueces de inútiles, machistas, heteropatriarcales o fascistas, aquí paz y después gloria.
Y si ladran, Pedro, señal de que cabalgamos…